LA
PROCESIÓN fúnebre tardó mucho en llegar a los lugares por donde habría de pasar. Era un desfile
plebeyo, tumultuoso, desconcertante, caótico y al mismo tiempo sencillo
majestuoso.
A pesar de las
manifestaciones empalagosamente sentimentales, tuvo momentos solemnes e
inolvidables para millones de gentes que amaban a Lincoln y apreciaban su
grandeza.
Comenzó
en la Casa Blanca: de ahí sacaron el féretro y lo siguieron durante 12 días con
sus noches. Por la noche se iluminaba el camino
del tren que lo conducía con hogueras y antorchas.
Durante el día
seguíanlo las tropas con las armas a la funerala y los tambores destemplados, y el doblar de las campanas, el
eterno doblar de las campanas que sollozaban el réquiem.
Pasó por Baltimore,
Harrisburg, Filadelfia, Nueva York, después por Albany, Utica, Syracuse,
Cleveland, Columbus, Indianápolis, Chicago. Por fin llegó a Springfield la
enlutada caja después de un viaje de 2700 kilómetros en que lo vieron pasar siete millones de sus conciudadanos.
Y allí, en la vieja ciudad donde había vivido, cerca
de la colina de New Salerm, descansaron por fin y para
siempre sus restos mortales.
- CARL SANDBURG
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