Hoy en se realizó el desfile navideño de bandas estudiantiles en la ciudad de Huehuetenango. - Estando en el parque central estuve parado cerca de dos damas jovenes . Probablemente de más de 28 años. Una de ellas vestida de pantalon gris y una chaqueta roja. este último color realzaba la blancura de su rostro. de facciones finas en su rostro muy hermoso y de una belleza exquisita.
Bella, bella como un hada. Preciosa como una princesa..SU ROSTRO DE HERMOSURA COMO LA DE UN ÁNGEL.Nunca me cansaría de ver ese bello rostro.
sábado, 10 de diciembre de 2016
domingo, 27 de noviembre de 2016
FOTOS DE MI PADRE- SAMUELSON -HUEHUETENANGO
La niñez de mi
padre transcurrió en los amplios terrenos que poseían sus padres en lo que hoy
conoce como EL CALVARIO, zona 3 de Huehuetenango. Al día de hoy todavía se
encuentra una casa donde vivieron situada abajo del Molino"Elvira",
pertenece a una sobrina de mi padre. Decía él que atrás del Molino, estaban las
demás propiedades de sus padres.
En esos
campos tenían muchas vacas, hacían quesos, tomaban leche, sembraban milpa
y frijol, ayotes, chilacayotes, mi abuela Paterna y mis tias hacían pan para
vender. Criaban cerdos y con su carne hacían chorizos, longanizas
butifarras y chicharrones. Mi padre asistió al segundo o
tercer grado de primaria allá por los años de 1925 0 1927.E n ese tiempo era u
lujo leer y escribir. Asistía a la escuela primaria del Terrero, donde su
maestra era su prima hermana Eulalia López Ordoñez. Doña Eulalia López vivíó
despues como jubilada por los años 50s a 80s en la Ciudad Capital.
Muchas historia
escuché a mi padre. Entre ellas que cuando los hermanos mayores iban cumpliendo
su mayoría de edad o quizás un pocom menos. llegaba un encargado a decirle más
o menos a su madre las siguentes palabras. "Señora Leandra, su hijo ya
está enedad para servir en el ejercito.. Todos sus
hermanos fueron a prestar servicio militar a su tiempo. Los primeros por los
años 1918, 1920...Según entiendo el prestó servivio militar por los años
de 1935 a 1937. Narraba mi padre que los mayores al irse iban
dejando el pastoreo de las vacas a los hermanos menores . Ellos
prestaban servicio generalmente en el Fuerte deMatamoros o en
Fuerte de San José. Ambos ubicados en la Capital.
Mi padre prestó
servivio en el Fuerte de San José. Mencionaba mucho la Finca Aceituno. recordaba
anecdotas como por ejemplo el de un copañero que en sus primeros
días fue a tirar su" rancho" al bote d ela basura. Pero que en
el cuartel había un "sargento semana", que con un chicote (azote para caballos) y varios
azotes obligo al recluta que había tirado la comida a sacarla de la basura y
comersela. Contaba que durante un buen tiempo la comida era hecha por los
mismos soldados que sin lavar las verduras y de manera antihigienica hacían u
caldo o lo que sea. Donde les servían el rancho era un lugar lleno de
moscas que los zopilotes se posaban en las mesas viejas donde les
servían. Un día llegó un coronel o alguién de alto rango y al ver las
condiciones en que comían, mando inmeiatamente a contratar mujeres
cocineras y ordenó que les sirvieran mejores alimentos y de encondiciones
aceptables.
Contaba que
padecían de hambre y que los mandaban a cuidar o entrenar en una finca
llamada Aceituno donde habia muchos árboles de jocote, donde de
alguna forma se las ingeniaban para comerlos y así aliviar un poco el hambre.
Cuando finalizaban
su tiempo de servicio. les decían si querían" reengancharse",
ofreciéndoles subirles de grado militar de soldados de segunda, d primera
a cabos, a sargentos. Varios de los compaleros d eus hermanos o de él acetaron
"reengancharse" y siervieron otros años más. Con el correr de los
años fueron ascendidos a capitanes, y luego a coroneles. Recuerdo que
siendo niño en un viaje a la capital, en el mismo transporte iba un señor cuyo
nobre era don Porfirio, del apellido no recuerdo, platicaron muy animadamente.
Luego mi padre me dijó que don Porfirio era Coronel jubilado que vivía en
la Capital. En su juventud don Porfirio se había renganchado en el ejército.
Por su parte sus hermanos y mi padre no quisieron servir más aallá de su tiempo
obligatorio.
Mi padre siempre estuvo orgulloso de haber sido soldado en tiempos del General Jorge
Ubico.Igualmente lo estaba su hermano Olivio, quién habia servido en la artillería, y por eso sus amigos lo conocían como Olivio "El artillero", o" El patojón López"
domingo, 30 de octubre de 2016
martes, 18 de octubre de 2016
LINCOLN -FUNERALES
Solemnes funerales y hondo silencio
SIGUIERON
las ceremonias fúnebres. El cortejo empleó largo tiempo en recorrer todos los
puntos señalados. Millones de personas presenciaban el desfile y se
incorporaban a él espontáneamente.
Era
una procesión vistosa, de masas, inmensa, desconcertante,
caótica.
Pero fué también
algo sencillo, definitivo, majestuoso.
A pesar de la
ostentación de que en él se hizo derroche, el espectáculo proporcionó momentos
inolvidables a millares de gentes que veneraban al desaparecido por grande y
por amigo entrañable.
Sí, grandioso fue
el cortejo fúnebre. De la Casa Blanca en Washington, de donde partió, el
féretro fue conducido en larga
peregrinación, día y noche, durante doce días.
Por las noches, centenares de hogueras y antorchas
iluminaban la carrilera por donde pasaba lentamente el tren.
De día, tropas con
armas a la funerala, tambores en sordina, pies multitudinarios que trataban
de acercarse a la caja de asas de plata.
Por dondequiera, campanas que doblan, salvas de artillería
que atruenan el aire con voces inarticuladas.
Pasaron por Baltimore, Harrisburgo, Filadelfia, Nueva
York, con el féretro enlutado, que en cada sitio encontraba preparado un
catafalco fastuosamente decorado.
Por Albany, Utica, Syracuse, pasó el doliente cortejo para encontrar doquiera multitudes silenciosas que salían
a su encuentro o que se incorporaban al desfile.
A
Cleveland, Columbus, Indianápolis, Chicago, se llevó después el féretro oblongo
que fue colocado en un coche fúnebre para trasladarlo al sitio donde decenas de
millares pudieran verlo por última vez Y luego a Springfield, en el estado de Illinois, el viejo terruño,
donde los despojos amados hallarían por fin el reposo eterno.
En la peregrinación
hasta Springfield, el ataúd ha recorrido 2,40o kilómetros. Lo han visto
más de siete millones de personas. Allí está ese rostro venerable que han
contemplado más de 1.500.000 ciudadanos.
El ataúd se depositó en el Capitolio del Estado, en el
recinto de la cámara baja, de la cual había sido Lincoln miembro y en donde había pronunciado su advertencia
profética sobre la «Casa Dividida ».
Desfilaban ahora
los que lo habían conocido de largo tiempo atrás, parte no más de las 75.000
personas que visitaron el féretro. Sentíanse aterrorizados, oprimidos,
adoloridos.
Hallábanse
entre ellos antiguos clientes a quienes les había ganado o perdido pleitos;
abogados que le habían ayudado o le habían combatido en un juicio, vecinos que lo vieron un día ordeñando una vaca o almohazando,
el caballo, amigos que de sus labios, en torno al hogar que ardía en
las noches de invierno, habían escuchado anécdotas y
lucubraciones sobre religión y sobre política. Todo el
día y toda la noche se prolongó el interminable desfile de la ciudad nativa que
se despedía.
El 4 de mayo de
aquel año de 1865, el cortejo que acompañaba el féretro se dirigió del
Capitolio al Cementerio de Oak Ridge.
Allí, sobre la
verde falda de una colina que desciende desde las bóvedas sepulcrales, millares
de personas escucharon las oraciones y los himnos, y la lectura del segundo
discurso de la toma de posesión de Lincoln.
El fondo de piedra de la bóveda quedó tapizado con
siemprevivas. Sobre,el féretro, metido en otra caja de caoba
negra, colocaron flores con amoroso cuidado; después arrojaron en la fosa
más flores simbólicas; y un derroche de ramos floridos cubrió la sepultura,
como si no encontraran los dolientes cantidad que
bastara a expresarle a él y expresarse a sí mismos la magnitud e
intensidad de su pena.
Llegó
la noche, en envuelta
en su manto de misterioso
silencio y de flotantes sombras.
en su manto de misterioso
silencio y de flotantes sombras.
Y se
hizo la paz.
_________________
A la muerte de Lincoln
!OH CAPITÁN! ¡MI
CAPITÁN! Nuestro espantoso viaje ha terminado,
La nave ha salvado todos los escollos, hemos ganado el
anhelado premio, Próximo está el puerto, ya oigo
las campanas y el pueblo entero que te aclama,
Siguiendo con sus
miradas la poderosa nave, la audaz y soberbia
nave; Mas ¡ay¡ ¡oh corazón! ¡mi corazón! ¡mi corazón!
No ves las rojas gotas que caen lentamente,.
Allí,
en el puente, donde mi capitán
Yace
extendido, helado y muerto.
¡Oh
capitán! ¡Mi capitán! Levántate para escuchar las campanas. Levántate. Es
por ti que izan las banderas. Es por ti que suenan los clarines. Son para ti
estos búcaros y esas coronas adornadas.
Es
por ti que en las playas hormiguean las multitudes.
Es
hacia ti que se alzan sus clamores, que vuelven sus almas y sus rostros
ardientes.
¡Ven capitán! ¡Querido padre!
¡Deja
pasar mi brazo bajo tu cabeza!
Debe ser
sin duda un sueño que yazgas sobre el puente. Extendido, helado y muerto.
Mi
capitán no contesta,
sus labios siguen pálidos e inmóviles,
Mi
padre no siente el calor de mi brazo, no tiene pulso ni voluntad, La nave, sana y salva, ha arrojado el
ancla, su travesía ha concluido. ¡La vencedora nave entra en el
puerto, de vuelta de su espantoso viaje! ¡Oh playas, alegraos! ¡Sonad,
campanas!
Mientras yo con dolorosos pasos
Recorro el puente donde mi capitán
Yace extendido, helado, muerto.
Walt Whitman
domingo, 25 de septiembre de 2016
sábado, 10 de septiembre de 2016
PODER DE LA ORACION
No cree usted en el poder
de la oración .. .?
(Condensado
de «Cosmopolitas»)
Por Percy Waxman
Por Percy Waxman
En las noches de la selva.
bajo el Mudo,firmamento.
los hombres le hablan a Dios
y Dios escucha su acento.
EL DOCTOR LIVINGSTONE Se empeñó una vez en hacerle
entender a un reyezuelo africano cómo era el hielo. El jefecillo acogió la
explicación del misionero con una carcajada de burla. No había visto nunca
hielo y no creía una sola palabra de lo que Livingstone le decía.
El
mundo está lleno de escépticos que, a semejanza de aquel salvaje africano, no
creen en la existencia y realidad de lo que no se puede percibir con los
sentidos.
Habiéndosele preguntado qué diría si viese una barra de acero
flotando en el aire, cierto físico famoso contestó: «Pues, mire usted, si yo
viese tal cosa, pensaría que se había suspendido temporalmente la acción de una
ley natural ».
El gran biólogo Tomás Huxley, cuando le hicieron la misma
pregunta, respondió: «Si yo viese un lingote de acero flotando en el espacio,
lo consideraría una prueba de la existencia de una ley natural ignorada por
mí».
De
todas partes del mundo nos están llegando ahora testimonios del poder de la
oración. A nadie debe sorprender que, en instantes de suprema angustia, los
hombres impetren el auxilio de algún Poder exterior y superior a ellos. Lo único
sorprendente en eso es que nos sorprendamos de un impulso tan natural y
constante. Raro será el hombre que no sienta cierto espiritual anhelo, que no
intuya, allá en lo íntimo de su ser, la existencia de un Poder hacia el cual,
de un modo involuntario, inconsciente, eleva los ojos y el alma.
El mayor Allen Lindberg, de Westfield, Nueva
Jersey, piloto de una fortaleza volante, cayó al mar con toda la dotación de
la aeronave. Eran diez en total. Iban a Australia.
«Escasamente
tuvimos tiempo», cuenta el propio mayor, «de meternos en un par de balsas de
caucho. No pudimos tomar del avión ni una miga de pan, ni una gota de agua.
Estábamos todos bastante abatidos; todos, menos el sargento Alberto Hernández, de Dallas, nuestro artillero de
cola. Apenas nos acomodamos en las balsas, Hernández empezó a rezar fervorosamente. A
los pocos instantes nos dejó atónitos al comunicarnos que tenía la seguridad
de que Dios lo había escuchado y nos sacaría del trance ».
A
merced de las olas, bajo un sol abrasador, con los labios demasiado resecos y
agrietados y la lengua
demasiado hinchada para acompañar a Hernández en sus cánticos religiosos, los
aviadores oraban en silencio. A los tres días, poco antes del
anochecer, divisaron el perfil de un Islote. No querían dar crédito a lo que
sus ojos vieron minutos después: tres canoas llenas de remeros desnudos que bogaban
hacia las balsas. Eran aborígenes australianos, pescadores de negra piel y cabezas
de extraña forma. Procedían de tierra firme, y llevaban navegando centenares
de millas. Le
contaron a Lindberg que, el día antes, cuando iban de vuelta a su país, con la
pesca que habían cogido, una
fuerza misteriosa los impelió a cambiar de rumbo y dirigirse hacia aquel atolón
deshabitado. De aquel islote fué de donde avistaron a Lindberg
y sus compañeros.
«Dios se vale de la extrema
necesidad del hombre para revelar su poder.» Palabras de John Flavel, que
vivió en el siglo diecisiete. Verdad religiosa que
están comprobando en nuestros días muchas personas que no tenían la costumbre
de dirigirse a Dios mediante la oración, y que ahora han visto tenderse hacia
ellos, en la hora del supremo riesgo, la mano de la Providencia. Sean
cuales fueren los peligros que nos amenacen, la fe
en un Poder sobrenatural ahuyenta el miedo y la duda de nuestras almas.
Tiene razón el doctor Alexis Carrel cuando dice: «La oración, el manantial más
rico de fuerza y de perfección de que disponen los hombres, es un bien eficacísimo que muchos ignoran o descuidan
lamentablemente.
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