HISTORIA VERDADERA
DE LA CONQUISTA.
DE LA NUEVA ESPAÑA.
PARIS ,
LIBRERIA DE ROSA.
1837.
Pues oir la grita ,
y silvos, y vocería, y priesa que nos daban de
flecha , y á mantiniente con sus lanzas , hiriendo
siempre en nosotros. Pues otro daño tuvimos,
que como nos acogimos de golpe á los bateles,
y eramos muchos , ibanse á fondo, y como me-
jor pudimos, asidos á los bordes medio nadando
entre dos aguas llegamos al navio de ménos por-
te que estaba cerca, que ya venia á gran priesa
á nos socorrer; y al embarcarse hiriéron muchos
de nuestros soldados, en especial á los que iban
asidos en las popas de los bateles, y les tiraban
al terrero , y entraron en la mar con las lanchas,
y daban á mantiniente á nuestros soldados : y
con mucho trabajo quiso Dios que escapamos
con las vidas de poder de aquella gente. Pues ya
embarcados en los navios , hallamos que faltaban
cincuenta y siete compañeros con los dos que
llevaron vivos, y con cinco que echamos en la
mar, que muriéron de las heridas, y de la gran
sed que pasaron. Estuvimos peleando en aque-
llas batallas poco mas de media hora. Llámase
este pueblo Potonchan, y en las cartas del ma-
rear le pusiéron por nombre los Pilotos y mari-
neros , Bahía de mala pelea. Y desque nos vimos
salvos de aquellas refriegas , dimos muchas gra-
cias á Dios : y quando se curaban las heridas los
soldados, se quejaban mucho del dolor dellas,
que como estaban resfriadas con el agua salada,
y estaban muy hinchadas y dañadas , algunos de
nuestros soldados maldecían al Piloto Antón de
Alaminos, y á su descubrimiento y viage, por-
que siempre porfiaba que no era tierra firme,
sino Isla : donde los dexaré ahora , y diré lo que
mas nos acaeció.
CAPITULO V
Como acordamos de nos volver á la Isla de Cuba, y de la gran
sed y trabajos que tuvimos, hasta llegar al Puerto de la Ha-
bana.
Desque nos vimos embarcados en los navios
de la manera que dicho tengo, dimos muchas
gracias á Dios, y después de curados los heri-
dos (que no quedó hombre ninguno de quantos
allí nos hallamos, que no tuviesen á dos y á tres,
y á quatro heridas, y el Capitán con doce fle-
chazos, solo un soldado quedó sin herir), acor-
damos de nos volver á la Isla de Cuba, y como
estaban también heridos todos los mas de los
marineros que saltaron en tierra con nosotros,
que se hallóron en las peleas, no teníamos quien
marchase las velas. Y acordamos que dexase-
mos el un navio el de ménos porte en la mar
puesto fuego, después de sacadas dél las velas,
y anclas, y cables, y repartir los marineros que
estaban sin heridas en ios dos navios de mayor
porte. Pues otro mayor daño teníamos, que fué
la gran faita de agua, porque las pipas y vasijas
que teníamos llenas en Champoton, con la gran-
de guerra que nos diéron, y priesa de nos aco-
ger á los bateles, no se pudieron llevar, que allí
se quedaron, y no sacamos ninguna agua. Digo
que tanta sed pasamos, que en las lenguas y
bocas teníamos grietas de la secura, pues otra
cosa ninguna para refrigerio no había. ¡O qué
cosa tan trabajosa es ir á descubrir tierras nue-
vas, y de la manera que nosotros nos aventura-
mos! No se puede ponderar, sino los que han
pasado por aquestos excesivos trabajos, en que
nosotros nos vimos. Por manera, que con todo
eso Íbamos navegando muy allegados á tierra
para hallarnos en parage de algún rio, ó bahía
para tomar agua : y al cabo de tres dias vimos
uno como ancón, que parecía rio, ú estero, que
creimos tener agua dulce, y saltaron en tierra
quince marineros de los que habían quedado en
los navios, y tres soldados que estaban mas sin
peligro de los flechazos, y llevaron azadones, y
tres barriles para traer agua : y el estero era
salado, é hicieron pozos en la costa, y era tan
amargosa y salada agua como la del estero, por
manera, que mala como era, truxéron las vasi-
jas llenas, y no había hombre que la pudiese be-
ber del amargor y sal, y á dos soldados que la
bebiéron, dañó los cuerpos y las bocas. Había
en aquel estero muchos y grandes lagartos, y
desde entonces se puso por nombre el Estero
los Lagartos, y así está en las cartas de marear.
Dexemos esta plática, y diré, que entretanto que
fuéron los bateles por el agua, se levantó un
viento Nordeste tan deshecho, que íbamos gar-
rando á tierra con los navios; y como en aque-
lla costa es travesía, y reyna siempre Norte y
Nordeste, estuvimos en muy gran peligro por
falta de cables ; y como lo viéron los marineros
que Habian ido á tierra por el agua, viniéron
muy mas que de paso con los bateles, y tuviéron
tiempo de echar otras anclas y maromas, y es-
tuvieron los navios seguros dos dias y dos no-
ches; y luego alzamos anclas, y dimos vela, si-
guiendo nuestro viage para nos volver á la Isla
de Cuba : parece ser el Piloto Alaminos se con-
certó y aconsejó con los otros dos Pilotos, que
desde aquel parage donde estábamos atravesa-
mos á la Florida, porque hallaban por sus car-
tas, y grados, y alturas, que estarla de allí obra
de setenta leguas, y que después de puestos en
la Florida, dixéron que era mejor viage, é mas
cercana navegación para ir á la Habana, que no
3a derrota por donde habíamos primero venido
á descubrir : y así fué como el Piloto dixo, por-
que según yo entendí, había venido con Juan
Ponce de León á descubrir la Florida había diez
ó doce años ya pasados. Volvamos á nuestra
materia, que atravesando aquel golfo en quatro
dias que navegamos, vimos la tierra de la mis-
ma Florida : y lo que en ella nos acaeció diré
adelante.