domingo, 3 de septiembre de 2017

CONQUISTA. DE LA NUEVA ESPAÑA. - CAP. 5

HISTORIA VERDADERA 
DE LA CONQUISTA. 
DE LA NUEVA ESPAÑA. 
PARIS , 
LIBRERIA DE ROSA. 
1837.  
Pues oir la grita , 
y silvos, y vocería, y priesa que nos daban de 
flecha , y á mantiniente con sus lanzas , hiriendo 
siempre en nosotros. Pues otro daño tuvimos, 
que como nos acogimos de golpe á los bateles, 
y eramos muchos , ibanse á fondo, y como me- 
jor pudimos, asidos á los bordes medio nadando 
entre dos aguas llegamos al navio de ménos por- 
te que estaba cerca, que ya venia á gran priesa 
á nos socorrer; y al embarcarse hiriéron muchos 
de nuestros soldados, en especial á los que iban 
asidos en las popas de los bateles, y les tiraban 
al terrero , y entraron en la mar con las lanchas, 
y  daban á mantiniente á nuestros soldados : y 
con mucho trabajo quiso Dios que escapamos 
con las vidas de poder de aquella gente. Pues ya 
embarcados en los navios , hallamos que faltaban 
cincuenta y siete compañeros con los dos que 
llevaron vivos, y con cinco que echamos en la 
mar, que muriéron de las heridas, y de la gran 
sed que pasaron. Estuvimos peleando en aque- 
llas batallas poco mas de media hora. Llámase 
este pueblo Potonchan, y en las cartas del ma- 
rear le pusiéron por nombre los Pilotos y mari- 
neros , Bahía de mala pelea. Y desque nos vimos 
salvos de aquellas refriegas , dimos muchas gra- 
cias á Dios : y quando se curaban las heridas los 
soldados, se quejaban mucho del dolor dellas, 
que como estaban resfriadas con el agua salada, 
y estaban muy hinchadas y dañadas , algunos de 
nuestros soldados maldecían al Piloto Antón de 
Alaminos, y á su descubrimiento y viage, por- 
que siempre porfiaba que no era tierra firme, 
sino Isla : donde los dexaré ahora , y diré lo que 
mas nos acaeció. 
CAPITULO V 
Como acordamos de nos volver á la Isla de Cuba, y de la gran 
sed y trabajos que tuvimos, hasta llegar al Puerto de la Ha- 
bana. 
Desque nos vimos embarcados en los navios 
de la manera que dicho tengo, dimos muchas 
gracias á Dios, y después de curados los heri- 
dos (que no quedó hombre ninguno de quantos 
allí nos hallamos, que no tuviesen á dos y á tres, 
y á quatro heridas, y el Capitán con doce fle- 
chazos, solo un soldado quedó sin herir), acor- 
damos de nos volver á la Isla de Cuba, y como 
estaban también heridos todos los mas de los 
marineros que saltaron en tierra con nosotros, 
que se hallóron en las peleas, no teníamos quien 
marchase las velas. Y acordamos que dexase- 
mos el un navio el de ménos porte en la mar 
puesto fuego, después de sacadas dél las velas, 
y anclas, y cables, y repartir los marineros que 
estaban sin heridas en ios dos navios de mayor 
porte. Pues otro mayor daño teníamos, que fué 
la gran faita de agua, porque las pipas y vasijas 
que teníamos llenas en Champoton, con la gran- 
de guerra que nos diéron, y priesa de nos aco- 
ger á los bateles, no se pudieron llevar, que allí 
se quedaron, y no sacamos ninguna agua. Digo 
que tanta sed pasamos, que en las lenguas y 
 bocas teníamos grietas de la secura, pues otra 
cosa ninguna para refrigerio no había. ¡O qué 
cosa tan trabajosa es ir á descubrir tierras nue- 
vas, y de la manera que nosotros nos aventura- 
mos! No se puede ponderar, sino los que han 
pasado por aquestos excesivos trabajos, en que 
nosotros nos vimos. Por manera, que con todo 
eso Íbamos navegando muy allegados á tierra 
para hallarnos en parage de algún rio, ó bahía 
para tomar agua : y al cabo de tres dias vimos 
uno como ancón, que parecía rio, ú estero, que 
creimos tener agua dulce, y saltaron en tierra 
quince marineros de los que habían quedado en 
los navios, y tres soldados que estaban mas sin 
peligro de los flechazos, y llevaron azadones, y 
tres barriles para traer agua : y el estero era 
salado, é hicieron pozos en la costa, y era tan 
amargosa y salada agua como la del estero, por 
manera, que mala como era, truxéron las vasi- 
jas llenas, y no había hombre que la pudiese be- 
ber del amargor y sal, y á dos soldados que la 
bebiéron, dañó los cuerpos y las bocas. Había 
en aquel estero muchos y grandes lagartos, y 
desde entonces se puso por nombre el Estero 
los Lagartos, y así está en las cartas de marear. 
Dexemos esta plática, y diré, que entretanto que 
fuéron los bateles por el agua, se levantó un 
viento Nordeste tan deshecho, que íbamos gar- 
rando á tierra con los navios; y como en aque- 
lla costa es travesía, y reyna siempre Norte y 
Nordeste, estuvimos en muy gran peligro por 
falta de cables ; y como lo viéron los marineros 
que Habian ido á tierra por el agua, viniéron 
muy mas que de paso con los bateles, y tuviéron 
tiempo de echar otras anclas y maromas, y es- 
tuvieron los navios seguros dos dias y dos no- 
ches; y luego alzamos anclas, y dimos vela, si- 
guiendo nuestro viage para nos volver á la Isla 
de Cuba : parece ser el Piloto Alaminos se con- 
certó y aconsejó con los otros dos Pilotos, que 
desde aquel parage donde estábamos atravesa- 
mos á la Florida, porque hallaban por sus car- 
tas, y grados, y alturas, que estarla de allí obra 
de setenta leguas, y que después de puestos en 
la Florida, dixéron que era mejor viage, é mas 
cercana navegación para ir á la Habana, que no 
3a derrota por donde habíamos primero venido 
á descubrir : y así fué como el Piloto dixo, por- 
que según yo entendí, había venido con Juan 
Ponce de León á descubrir la Florida había diez 
ó doce años ya pasados. Volvamos á nuestra 
materia, que atravesando aquel golfo en quatro 
dias que navegamos, vimos la tierra de la mis- 
ma Florida : y lo que en ella nos acaeció diré 
adelante.