ANECDOTARIO DE LINCOLN (continuación)
PASABA a veces por el lugar algún
predicador, o un juez que recorría a caballo el circuito, o un político, o un
maestro de escuela. Cuando alguno de ellos llegaba a casa, salía Tomás a
recibirlo y le decía: «Desmóntese amigo». En seguida salía Abrahán zanqueando,
montaba una de sus piernazas sobre la barandilla y comenzaba a dispararle
preguntas. Tomás lo mandaba callar y, como el muchacho no se daba por aludido,
tenía que darle un sombrerazo en la cabeza. Abrahán se iba entonces a tirarles
palitos a los pájaros.
«Papá piensa que es mala educación
preguntarle a la gente tantas cosas —decía
después—. Yo no seré nunca bien educado ... hay tantas cosas que quiero saber y ¿ de qué otro modo me voy a enterar si no pregunto?»
— DENNis HANKS
después—. Yo no seré nunca bien educado ... hay tantas cosas que quiero saber y ¿ de qué otro modo me voy a enterar si no pregunto?»
— DENNis HANKS
CRECÍA como caria de maíz en tierra
fértil. Una vez uno de los mozos del lugar le gritó en son de burla:
__Oye, Largo, se me cayó la navaja
en el arroyo y no la puedo alcanzar porque el agua está muy honda, pero tú con
tus brazotes me la podrías sacar fácilmente._
—No —le respondió Abrahán con mucha
calma—: mis brazos no son lo suficientemente largos..Aguarda, ya verás cómo los
añado a los tuyos de modo que tú mismo la puedas alcanzar.
Y esto diciendo, agarró por la cintura
al burlón y se lo llevó en vilo, pataleando, hasta el borde DEL arroyo
donde lo sumergió de cabeza en el agua helada. Cuando comenzaron a salir
burbujas lo sacó chorreando y escupiendo agua.
—Me las pagarás; algo te voy a
hacer yo a ti — chilló el muchacho.
Pueda que sí —le respondió Lincoin—
pero una cosa que no harás es volver a llamarme «Largo».
— Youth's Companion
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