BALADA RUSA
(Versión de M.
Castilla Portugal'
A Amelia D. de
C. P.
Quería tanto á
su Nora, que no podia estar un día sin verla,
y ella amaba
de tal suerte á su Iván, que para enviarle una
sonrisa y un
beso en la punta de sus lindos dedos, cuando
acertaba á
pasar, permanecía constantemente ocupada en su
trabajo,
delante de la ventana en el caserón, triste y sombrío.
En el caserón
triste y sombrío, la ventana por donde veia
pasará Iván,
se oscureció un día, porque el invierno llega
presto en Rusia,
y llenando los vidrios de arabescos de es-
carcha,
destruyó toda su dicha; pero Nora hacia derretir los
arabescos de
escarcha con su aliento ó escribía en ellos el
nombre de sus
pensamientos.
Escribía el
nombre de sus pensamientos tan amenudo, que
su padre
sorprendió el secreto, y en la noche, á pesar de la
nieve y el
frío, llevó á su hija al confín de las estepas de la
Finlandia. De
suerte que el día siguiente, en lugar del rostro
delicioso de
Nora, rodeado de los arabescos de escarcha, no
vio Iván sino
una ventana cerrada.
No vio sino
una ventana cerrada el día siguiente y los su-
cesivos ;
entonces, lleno de angustia se dirigió á la hechicera
- 54 —
Kirsba. para
saber en que lugar habian llevado á su amada.
Para saber en
que lugar estaba su amada fué á consultar
á la
hechicera: — Vuelve á tu casa, le dijo; en la puerta te'
espera un
droschky; no te inquietes por nada, el caballo teí
conducirá á
donde quieres ir; cuida únicamente de volver
antes de
ponerse el sol.
Vuelve antes
de ponerse el sol,. le habia dicho la hechi-
cera; pero
habiendo encontrado sola á su amada, en una
casita del
bosque, se olvidó de la recomendación hasta la]
noche, y al
darle los últimos besos llenos de promesas y ;
proyectos para
el porvenir, vio que el sol se hundia en el
negro bosque
de abetos, que debia atravesar á su regreso.
Debia
atravesará su regreso un negro bosque de abetos;
subió
apresuradamente en el droschky; el caballo partió all
gran trote sin
oírse sus pasos sobre la nieve y en el dintel de
su puerta,
Xora, sonriendo, la enviaba besos, gritándole:
— Vuelve
pronto.
Vuelve pronto,
repetía Nora, mientras el caballo 'princi-
piaba á salvar
el lindero del negro bosque de abetos y los
lobos saliendo
de sus madrigueras, seguían al vehículo,
lanzando
lúgubres aullidos.
Aullaban
lúgubremente, manteniéndose á distancia, por-
que el sol
aparecía todavía como una gran mancha roja
á través de
las ramas ; pero de pronto la mancha roja desa-
pareció é
Iván, acordándose de la recomendación de Kirsba
la hechicera,
apuró á su caballo, que galopaba, galopaba,
seguido de
toda la manada de lobos.
Seguido de
toda la manada de lobos, fué inútil que el po-
bre caballo
galopara, no se volvió á ver á Iván ; y á la puerta
de la casita,
allá en las estepas de la Finlandia, la pálida
Nora, viene á
interrogar á menudo al bosque con la mirada,
pero jamás, el
negro bosque de abetos ha revelado su secreto.
Tourgueneff.
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