sábado, 10 de febrero de 2018

BALADA RUSA



BALADA RUSA
(Versión de M. Castilla Portugal'
A Amelia D. de C. P.

Quería tanto á su Nora, que no podia estar un día sin verla,
y ella amaba de tal suerte á su Iván, que para enviarle una
sonrisa y un beso en la punta de sus lindos dedos, cuando
acertaba á pasar, permanecía constantemente ocupada en su
trabajo, delante de la ventana en el caserón, triste y sombrío.
En el caserón triste y sombrío, la ventana por donde veia
pasará Iván, se oscureció un día, porque el invierno llega
presto en Rusia, y llenando los vidrios de arabescos de es-
carcha, destruyó toda su dicha; pero Nora hacia derretir los
arabescos de escarcha con su aliento ó escribía en ellos el
nombre de sus pensamientos.
Escribía el nombre de sus pensamientos tan amenudo, que
su padre sorprendió el secreto, y en la noche, á pesar de la
nieve y el frío, llevó á su hija al confín de las estepas de la
Finlandia. De suerte que el día siguiente, en lugar del rostro
delicioso de Nora, rodeado de los arabescos de escarcha, no
vio Iván sino una ventana cerrada.
No vio sino una ventana cerrada el día siguiente y los su-
cesivos ; entonces, lleno de angustia se dirigió á la hechicera
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Kirsba. para saber en que lugar habian llevado á su amada.
Para saber en que lugar estaba su amada fué á consultar
á la hechicera: — Vuelve á tu casa, le dijo; en la puerta te'
espera un droschky; no te inquietes por nada, el caballo teí
conducirá á donde quieres ir; cuida únicamente de volver
antes de ponerse el sol.
Vuelve antes de ponerse el sol,. le habia dicho la hechi-
cera; pero habiendo encontrado sola á su amada, en una
casita del bosque, se olvidó de la recomendación hasta la]
noche, y al darle los últimos besos llenos de promesas y ;
proyectos para el porvenir, vio que el sol se hundia en el
negro bosque de abetos, que debia atravesar á su regreso.
Debia atravesará su regreso un negro bosque de abetos;
subió apresuradamente en el droschky; el caballo partió all
gran trote sin oírse sus pasos sobre la nieve y en el dintel de
su puerta, Xora, sonriendo, la enviaba besos, gritándole:
— Vuelve pronto.
Vuelve pronto, repetía Nora, mientras el caballo 'princi-
piaba á salvar el lindero del negro bosque de abetos y los
lobos saliendo de sus madrigueras, seguían al vehículo,
lanzando lúgubres aullidos.
Aullaban lúgubremente, manteniéndose á distancia, por-
que el sol aparecía todavía como una gran mancha roja
á través de las ramas ; pero de pronto la mancha roja desa-
pareció é Iván, acordándose de la recomendación de Kirsba
la hechicera, apuró á su caballo, que galopaba, galopaba,
seguido de toda la manada de lobos.
Seguido de toda la manada de lobos, fué inútil que el po-
bre caballo galopara, no se volvió á ver á Iván ; y á la puerta
de la casita, allá en las estepas de la Finlandia, la pálida
Nora, viene á interrogar á menudo al bosque con la mirada,
pero jamás, el negro bosque de abetos ha revelado su secreto.
Tourgueneff.

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