viernes, 20 de noviembre de 2015

ANECDOTARIO DE ABRAHAM LINCOLN 00B



El árbol se mide mejor caído" (2)

El Sábado que siguió a aquel Viernes Santo fue preciso modificar el texto de millares de sermones preparados para el Domingo de Pascua

Menester era escribir la oración fúnebre una vez que se conoció la noticia de la muerte del Presidente. En las grandes catedrales de piedra de las ciudades, en las pequeñas iglesias de pajizo techo a la vera de los caminos, en las capillas de los hospitales y a bordo de los buques de la armada, o en los campamentos militares, los sermones se dedicaron a recordar al Presidente desaparecido.

Sin lugar a duda, proclamaban los hombres prominentes y los periódicos, nunca pasó por la tierra hombre alguno cuya muerte evocara en todos los países expresiones de tan pronto y tan hondo interés humano, ni dolor tan verdadero, ni tan amplias reflexiones y comentarios.

Una nota publicada en el Harper's Wee&ly, titulada Duelo en Riclimond, daba cuenta del pesar sentido aun en territorio que hasta ayer no más había sido enemigo: «El general Lee en un principio se negó a oír los detalles del asesinato. Declaró que cuando dejó el mando de las fuerzas rebeldes, se había rendido tanto ante la bondad de Lincoln como ante la artillería de Grant. Agregó el General que deploraba la muerte de Lincoln como podían deplorarla los ciudadanos del Norte, y que consideraba al Presidente espejo de magnanimidad y de honradez».

El general Louis Wigfall, jefe de los confederados, calificó la muerte de Lincoln como «la mayor desgracia que le podía haber sobrevenido al Sur». Y el mayor Charles F. Baker, también sureño, que se hallaba en Cairo de paso' para Nueva Orleáns, publicó una carta en que pedía cayera sobre el asesino «la venganza del cielo», y agregaba que si las autoridades de los confederados hablan tenido algo que ver con el crimen, él, por su parte, «no querría penetrar ni un paso más en territorio del Sur».



Entre la masa del pueblo inglés, cuya influencia impidió que el Gobierno reconociera a la Confederación, el duelo fue sincero.



En Alemania muchas asociaciones de trabajadores, sociedades cooperativas y periódicos obreros, lamentaron la pérdida experimentada por la nación norteamericana.  En Suecia y Noruega se dio orden de izar a media asta el pabellón nacional en los barcos surtos en los puertos. Hasta el último rincón del mundo habían llegado la historia y la leyenda de Lincoln; la humanidad lo necesitaba porque anhelaba alcanzar aquellos preciosos ideales que él encarnó. Los viajeros de todos los continentes se acostumbraron a encontrar aun en los hogares más humildes, el retrato de Lincoln, que siempre daba motivo a alguna expresión en elogio del grande hombre. ,

La sombra de la desgracia había pasado sobre los mares y tierras de uno a otro país, «como la sombra de un eclipse». Acaso en tantos siglos como registra la historia, opinaba el gran filósofo autor de los Representantes de la Humanidad, la muerte de hombre alguno causó tanto dolor a la familia humana.

Encomió el filósofo «la gran bondad de su carácter que lo hacia tolerante y accesible para todos; justo, inclinado a acceder a las peticiones del solicitante

Afirmaba Emerson que, «si este hombre hubiera gobernado en una era de menos desarrollo de la imprenta, se habría tornado mitológico como Esopo, por sus fábulas y proverbios».

. «Por su valor y sentido de la justicia, su temperamento ecuánime, su corazón humanitario, su figura de héroe ocupa el centro de una época heroica.

El es la verdadera historia del pueblo norteamericano de su tiempo».

El agudo diplomático John Bigelow, conocedor como pocos de los estadistas y los hombres de acción, ha escrito, re­firiéndose a Lincoln: ««No tengo noticia de que la historia ofrezca ejemplo de otro hombre que tan constantemente, por imperativo de su propia constitución, se haya conducido con el prójimo como quisiera que el prójimo se condujera con él ».



No era por el crimen en sí por lo que el pueblo se dolía ahora, sino por la pérdida de un amigo a quien amaba sencillamente como hombre.

En los millares de comentarios que se acumulaban día tras día, destacábase la figura de Lincoln como encarnación de dos resultados prácticos: Emancipación y Unión.

. Había desaparecido la institución de la propiedad privada sobre el negro. Había terminado para siempre la doctrina de la secesión y los derechos soberanos de los Estados que formaban parte de la Unión norteamericana.

Dolíase Lincoln en su segundo discurso de toma de posesión y en pasajes delicadamente redactados, de lo que había costado realizar por la violencia lo que hubiera podido lograrse mediante los dictados de la razón.
 la estatura de Lincoln surgía engrandecida, mayor que la de cualquier otro de los héroes. Ninguno proyec­taba una sombra más larga que la suya. Pero, para él, el gran héroe era el Pueblo. No se cansaba de decir que él era solo el instrumento

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